La espiritualidad
consiste en aprender a ver lo que no vemos; construir otra forma de sentir y
encender la luz de vivir. La espiritualidad tiene que ver con el sentido y el
estilo de vida que tengo, con mi manera de situarme frente al mundo, con el
sentido que doy a mi trabajo, a mi familia, a mis estudios. La espiritualidad
pretende ayudarme a responder las preguntas existenciales: ¿Quién soy? ¿Para
qué fui creado? ¿Cómo ser feliz?
Una espiritualidad
cristiana tiene que ver con un estilo de vida y un modo de construir
relaciones con las criaturas y el Creador, inspiradas en la persona de Jesús de
Nazaret. Los rasgos básicos de una espiritualidad cristiana son: reconocer a
Dios como un Padre Amoroso y Misericordioso; reconocer al otro como hermano y
en él encontrar la presencia de Jesús, por el misterio de la encarnación;
experimentarme como parte de una humanidad, entender mi existencia desde la
comunidad y en la solidaridad con los pobres, como una manera de explicitar
nuestra fe en Jesús.
La espiritualidad
ignaciana es para los jóvenes que buscan algo más en su vida. Ignacio pretende
que la persona se adentre en el mundo de los deseos para dejarse llevar por
aquéllos que le conducen al amor más grande y a la verdadera libertad. La
persona, por sí misma, tendrá que darse cuenta de cuáles son esos deseos,
porque dirá Ignacio que es de “más gusto y fruto espiritual” que la persona por
sí misma se dé cuenta de las cosas, que si quien lo acompaña se las hiciera
saber. Ciertamente necesita un buen acompañante que le ayude a confirmar sus
búsquedas.
Ignacio nos anima a orar
con los cinco sentidos: mirar, oír, tocar, oler y saborear. La oración donde
sólo utilizamos la razón no es suficiente para afectar nuestra voluntad.
Necesitamos generar experiencias dentro de la oración que realmente afecten los
sentidos, para impulsarnos a ordenar nuestros afectos. Ignacio dirá que “no el
mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas
internamente”. Se trata de contemplar cómo Dios está presente en la naturaleza,
en la creación, en la humanidad, en el universo y en mí mismo.
En efecto, Ignacio nos
conduce a una relación personal y afectiva con la persona de Jesús. Se trata de
sentir su amistad y desde ahí buscamos vivir el seguimiento. La persona de
Jesús se convierte en modelo de nuestra vida, su modo de proceder es nuestro
parámetro para relacionarme hoy con las personas, la creación, Dios, los
excluidos, la mujer, el hombre, el dinero, el poder, etc.
Que os aproveche.
Antonio Santos, Pbro (párroco de Santa María de la Estrella, en
Coria del Río).
Texto compartido en su perfil Facebook el día 31 de agosto y
agradecemos poder compartirlo.
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